México Lindo y Querido - Biografía de Miguel Miramón

Biografía de Miguel Miramón

Biografías de la Guerra de Reforma
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Acostumbrados a una historia de ídolos fríos, hieráticos, la lectura de un libro en el que se humaniza al personaje es descanso y alegría. Miguel Miramón, por su juventud, audacia y actividades políticas, ha atraído a varios escritores. Al parecer, su biografía es una veta que aún no se extingue.

Cada nueva búsqueda produce nuevas interpretaciones. Eruditas unas, noveladas otras, todas convergen en que Miramón fue un "caballero del infortunio", un héroe desgraciado (Carlos Sánchez Navarro, Miramón, el caudillo conservador, 1945; Luis Islas García, Miramón, caballero del infortunio, 1950; y ahora José Fuentes Mares, Miramón, el hombre).

Fuentes Mares inicia su estudio a partir del momento en que se conocen Miguel Miramón y Concepción Lombardo, quien fuera su esposa. Este romance, que podría llevarse a la pantalla, es el eje del libro, como lo fue Concha en la vida de Miramón. Entre encuentro y encuentro de esa pareja, como telón de fondo, aparecen los cuadros de la política mexicana, las luchas militares, las costumbres de la época.

El autor utiliza casi exclusivamente, las "Memorias" de Concha Lombardo de Miramón -inéditas-, completadas con la correspondencia entre esos amantes, y añade sal y pimienta sacadas de otros epistolarios: el de don Sebastián Lerdo de Tejada a la señorita Antonia Revilla (los caballeros del siglo pasado, al escribir a sus damas, confiaban muchos secretos de Estado). Otras cartas, no tan íntimas, son las de don Benito Juárez a su yerno Pedro Santacilia. Es decir, no todo quedó en familia.

En la correspondencia de Concha y en sus "Memorias", Fuentes Mares encontró al hombre entregado a sus íntimas confidencias, a veces no tan íntimas porque contienen secretos militares y políticos que pertenecen a la vida de México y que hoy permiten ver mejor esa turbulenta época.

El hombre que emerge de entre las líneas de los epistolarios es primero un joven audaz, vanidoso, conquistador; después un militar extraordinario pero sin formación política, pronto a alejarse del país y que otros resuelvan los problemas a veces originados por él. Un presidente que no quería serlo pero que se adormecía con los honores y los halagos. Un político que dudó en qué partido serviría mejor, porque bien a bien, carecía de convicciones firmes como las de don Benito. Esas dudas que lo asaltaron en momentos importantes para su vida y la de su patria, esas dudas, se convirtieron en firmeza a la hora de la muerte. Para Fuentes Mares, el hombre se revela en la duda, primero contrario a la intervención, después adicto al Imperio, enemigo de Maximiliano y leal a éste en el momento final. Con arcilla de letras, el escultor Fuentes Mares modela un héroe desgraciado.

Hace resaltar las virtudes pero no olvida los defectos. Respetuoso de la memoria de Concha, no se atreve a mencionar los amoríos del marido como lo hiciera Islas García. Este tema hubiera redondeado mejor el carácter de Miramón. Tampoco hace alusión a los corridos inspirados en la pareja y que reflejan la opinión del pueblo.

Las cualidades del hombre, la caballerosidad de Miramón, su amistad entre él y Degollado elevada al rango de hermandad, no superaron las convicciones políticas y Miramón derrotó a Degollado en Estancia de las Vacas.

Los argumentos políticos son manejados por Fuentes Mares con habilidad y humorismo. De los acontecimientos más críticos saca el lado jocoso, lo que hace desviar la gravedad del asunto. Uno de los capítulos mejor realizados por el autor es el referente a la diplomacia de los Estados Unidos de Norteamérica. En tono de broma, pero bien resumido y analizado el caso, intercala el factor decisivo en la política mexicana: el vecino del norte, en este caso representado por el embajador Forsyth, combatido por el diplomático mexicano Luis G. Cuevas, quien rechazó la propuesta de otra cesión del territorio a cambio de dinero. Fuentes Mares simplifica las negociaciones diplomáticas y las reduce a una vil transacción comercial ofrecida al mejor cliente. La misma proposición que se asentó en el tratado McLane-Ocampo se había hecho antes al gobierno conservador, y rechazada por éste, al que los Estados Unidos no veían ya posibilidades de triunfo, se presentó ante el gobierno de Juárez. El autor inserta estas negociaciones en el capítulo en que Miramón las saca a luz para desprestigiar a los liberales como desquite, por su fracaso en Veracruz.

Es difícil dentro de ese tono jocoso incluir la erudición, pero algo que deja descontrolado al lector no especializado es la ley del 12 de julio de 1859. Al principio de la página 68, Fuentes Mares empieza a hablar de las estocadas mortales que Juárez asestó a la Iglesia en su economía. Primero trata específicamente de la ley de desamortización y después se refiere a la ley del 12 de julio de 1859 y a su manifiesto respectivo, pero no aclara que, si bien ambas leyes afectaron los bienes de la Iglesia, una es de desamortización y la otra de nacionalización, términos muy diferentes. El lector común, en cuya mente no se barajan fácilmente tantas leyes, se queda pensando si la ley de desamortización es la misma que la del 12 de julio.

Al llegar la intervención francesa, Miramón queda bajo las órdenes de Bazaine con el que no se entiende. Es sacado del juego y enviado a Berlín donde no es nadie y aflora su posición social y política. Con la mediación de Jesús Terán, pretende unirse a Juárez, pero de enemigo a enemigo, se inclina por el Imperio. Regresa a México cuando se retiraba la ayuda francesa a Maximiliano. Nuevamente renace en Miramón la esperanza de actuar. Retirados los antipáticos jefes franceses, sería el amo y director del ejército mexicano que apoyara al Imperio. Lleno de fe pero sin recursos de ninguna especie, Miramón jugó su última carta, mas había otros jugadores y la astucia de Márquez lo eliminó del primer sitio dejándolo con el pecho frente al enemigo, mientras el Tigre salía de Querétaro. Querétaro, tumba y resurrección del joven Macabeo, puesto que si en esa ciudad murió definitivamente el partido conservador, los fusilados en el Cerro de las Campanas han renacido en multitud de páginas escritas durante más de un siglo.

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