México Lindo y Querido - Biografía de Emilio "El Indio" Fernandez

Biografía de Emilio "El Indio" Fernandez

Biografías del México del Sigo XX
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Él contaba de sí mismo que peleó en la revolución, que enseñó a bailar a Rodolfo Valentino, que posó desnudo para el escultor que hizo la estatuilla del Oscar y que el gran amor de su vida no fue ninguna de sus mujeres, sino la inconquistable Olivia de Havilland. El mito, la leyenda y el genio se combinaron en este pintoresco personaje, bronco como un caballo salvaje pero capaz de la ternura más cursi. El cine le llegó como consecuencia y lo convirtió en el más célebre director del cine mexicano.

Aunque los orígenes de la carrera de Emilio Fernández se pierden en el mar de contradicciones que el mismo director generó en sus múltiples declaraciones a la prensa y a sus biógrafos, es cierto que el "Indio" se involucró en el quehacer cinematográfico a finales de los años veinte, durante su estancia en Hollywood. Sus participaciones como "extra" en la Meca del cine lo llevaron a relacionarse con varios de los mexicanos que trabajaban en aquella ciudad, muchos de los cuáles volverían a México unos años después para integrarse a la naciente industria del cine nacional.

Fernández hizo lo propio alrededor de 1934, año en que participó como actor en Corazón bandolero (1934) de Raphael J. Sevilla y en Janitzio (1934) de Carlos Navarro, su primer estelar. Según Carlos Monsiváis (en García Riera, 1987):

Janitzio se haría "significativa" en la obra del indio "por iniciarse allí su forcejeo erótico con las tradiciones. Zirahuén, el personaje sacrificial que interpreta, es el antecedente de Lorenzo Rafail (sic) en María Candelaria y es el perfil hierático que anticipa una cauda de estatuas móviles y simbólicas. Gracias a Janitzio el Indio descubre la 'estética mexicana': la conquista de la Naturaleza por la fotografía, la doma del ser humano por la tragedia."

García Riera, E. (1987). Emilio Fernández <1904-1986>.Guadalajara, México: Universidad de Guadalajara, p. 19.

Alternando su carrera de actor con la de guionista, Fernández consiguió darse a conocer en el naciente mundillo cinematográfico mexicano de los primeros años del sonoro. Para 1936 ya había escrito el guión de La isla de la Pasión (Clipperton) (1941), película que señalaría su debut como director. Realizada gracias al apoyo de Juan F. Azcárate -un militar convertido en productor de cine- la primera cinta del "Indio" obtuvo un éxito modesto pero suficiente para cimentar su carrera como realizador. Dos años más tarde, Fernández se apuntaría sendos éxitos consecutivos con Flor silvestre (1943) y María Candelaria (1943).

Durante los siguientes cinco años, Emilio Fernández consiguió algo que ningún director mexicano hasta entonces había logrado: crear una estética propia. Influido por Eisenstein, John Ford y la pintura de Diego Rivera y José Clemente Orozco -y con la invaluable colaboración del fotógrafo Gabriel Figueroa, el guionista Mauricio Magdaleno, la editora Gloria Schoemann y los actores Dolores del Río, Pedro Armendáriz, María Félix y Columba Domínguez, entre otros- el "Indio" construyó un México cinematográfico de nubes, magueyes, haciendas y claroscuros que se convirtió, para bien o para mal, en la imagen de nuestro país en el resto del mundo.

La "fórmula" del cine de Emilio Fernández no logró sobrevivir más allá de una década, pero su inolvidable presencia y constante actividad lo convirtieron en un símbolo de continuidad para una maltrecha industria cinematográfica que daba tumbos sin lograr recuperar su antiguo prestigio. En los años setenta, con el apoyo del Estado, Fernández lograría filmar sus cuatro últimas películas, ninguna de las cuales aportó mucho a su dispareja filmografía. Su leyenda, sin embargo, estaba firmemente enraizada en el imaginario fílmico mexicano, el cual no podría existir sin la presencia del "Indio" Fernández.

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