México Lindo y Querido - Alfarería mexicana

Alfarería mexicana

Tradiciones de México
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La alfarería mexicana es reconocida como una de las más hermosas y mejor trabajadas a nivel mundial, y este no es un secreto pues se sabe de muy buena fuente que los trabajos de alfarería se remontan a antes de la conquista de México, lo cual nos da una idea de que los trabajadores de estas artesanías han tenido el tiempo suficiente como para ir imaginando todo un mundo de forma y color.

Esa alfarería, aunque rudimentaria, apareció en América juntamente con el fuego y las primeras labores agrícolas, en la edad cavernaria o de Chicomostoc, - siete cuevas-, y se consolidó en la época Telli (terraplén), en que aparecieron las primeras construcciones arquitectónicas. Para el siglo XVI, cuando la alfarería mexicana indígena fue conocida por Europa, ya estaba en su más alto desarrollo.

Cortés dijo de la gran variedad de loza que se vendía en el mercado azteca de Tenochtitlán: " vendían mucha loza, en gran manera, muy buena; venden muchas vasijas de tinajas grandes y pequeñas, jarros, ollas, lebrillos y otras infinitas maneras de vasijas, todas de singular barro, todas, o las más, vidriadas o pintadas”.

Y es que la cerámica fue sin duda, la más importante ocupación artística industrial del indígena precortesiano, como siguió siendo la del conquistado, y luego libre, hasta nuestros días. Es asombrosa la cantidad y calidad de las obras de alfarería que hay en México.

Desde la cultura arcaica (Chupicuaro, Zacatenco, Tlatilco, etcétera), admiramos el acabado y la fina concepción artística mostrada en las vasijas zoomorfas, y antropomorfas; la finura de los objetos olmecas; el colorido maravilloso de las piezas mayas y, en fin, la perfección de la cerámica zapoteca y azteca; pero aunque Cortés lo dijo, la cerámica precortesiana no conoció el vidriado, aunque sí el hundimiento, el barnizado y la pintura o decoración pictórica. La alfarería es todavía la industria básica del México moderno, en lo que hace a la producción de arte popular en talleres domésticos.

La alfarería vidriada, que se hace en muchos lugares de México fue introducida por los españoles después de 1532, cuando la Puebla de Los Ángeles fue fundada por los frailes dominicos. Estos mandaron traer de España, de su convento matriz de Talavera de la reina, cercano a Toledo, algunos alfareros de la cofradía para que enseñaran a los indios como hacer loza vidriada y tejas o azulejos. Pronto aprendieron los indios mexicanos a hacer esa loza vidriada, y la de Talavera de Puebla fue de las mejores del mundo, que se exportó a las Filipinas, a Perú, a la misma España y otros sitios.

De las ordenanzas del gremio de loceros, expedidas durante el siglo XVII se desprende la división de productos, que tiene validez hasta nuestros días. Los alfareros comunes producían la loza barata y de uso diario: ollas, cazuelas y jarros sin pintar ni vidriar; los ceramistas finos hacían la losa vidriada de Talavera de Puebla. La célebre Talavera poblana producía: tazas, platos, plantones, tibores y floreros de un bellísimo esmalte vidriado. Y el mosaicos vidriado es el que adornan aún torres y cúpulas, fachadas de casas y señoriales patios coloniales de Puebla y de México.

El procedimiento técnico seguido para loza vidriada y el mosaico consiste en un proceso llamado de paguete, que emplea una serie de óxidos de diferentes colores; pero cada casa productora, aún en nuestros días y aun en Puebla, tiene sus propias fórmulas secretas, sus procedimientos exclusivos, que se han heredado de padres a hijos. Industria afín es la del ónix en Puebla, piedra mormórea con la que se hacen, tallan y pulen objetos diversos de escritorio, tocador, adorno y aún lápidas mortuorias de insuperable calidad y gran belleza, que se producen en los municipios de Tecalli de Herrera y Tepeaca, próximos a la ciudad de Puebla.